Biografía de Rafael Alvarado Manzano
Nació en Tegucigalpa (1836), m. en 1923. Abogado, se graduó en la Universidad Nacional en 1862; al año siguiente fue nombrado Secretario de tal institución educativa. De 1876 a 1880 fungió como Juez de Primera Instancia del Departamento de Tegucigalpa; Diputado y Magistrado de la Corte Suprema de Justicia entre 1880 a 1883.
Al depositar Marco Aurelio Soto la Presidencia en 1883, pasó a integrar el Consejo de Ministros. Durante la Administración de Luis Bográn (1883-1891), se desempeñó como Ministro de Justicia, Instrucción Pública y Guerra. De 1882 a 1888 fue Vice-Rector de la Universidad tomando posesión de la Rectoría en enero de 1892, cargo que desempeñó hasta 1900.
En 1905 y 1906 fue Decano de la Facultad de Jurisprudencia. Redactó, junto con Carlos Alberto Uclés y Trinidad Ferrari, la Ley de Organización y Atribuciones de los Tribunales y la de Gobernadores y Municipalidades. En 1906 formó parte de la Comisión que redactó la codificación que en su casi totalidad aún está vigente. Fue profesor por más de cuarenta años en los tres niveles de enseñanza. En 1913 el Congreso lo declaró Benemérito de la Universidad Central.
De él dijo Esteban Guardiola: «tuvo gran afición por el estudio de la Filosofía y llegó a adquirir verdadero dominio en los diversos tratados que forman esa importante materia. Conocía a fondo todas las escuelas y sistemas y profesaba las teorías más avanzadas, escribió poco, fuera de los fallos luminosos que redactó cuando era Juez o Magistrado ponente en las Cortes, podemos citar algunas alocuciones, discursos y memorias, sus magistrales comentarios al Código Civil Patrio, protegió a la juventud, haciéndole facilidades en sus estudios y resolviendo favorablemente sus solicitudes.
En opinión de Paulino Valladares, «su reputación como abogado es universalmente reconocida y alabada. Poco amplio en el desarrollo de las teorías, llevaba al alumno atado al texto, observador atento y reservado, conoce bien la psicología nacional y ve deslizarse los acontecimientos con la serenidad de quien hace sesenta años que contempla, en la hoja histórica, la repetición que hace Honduras de sí misma.»