Canto a Honduras por Alfonso Guillén Zelaya
Patria: yo me he sentido vagar en esos vientos
Que bajan de tus tierras cargando pensamientos
De sol. Como yo, nadie te vive y te concentra;
Habita en ti lo mío, lo tuyo en mi se encuentra.
Yo me he sentido ser sangre de tus venas,
Forraje de tus árboles, metal de tus arenas.
Amo tu sol candente, tus grandes aguaceros
Y el polvo trashumante que va por tus senderos.
Adoro tus espacios de cristal rumoroso,
Tu fragancia de selva y tu indio silencioso.
Me inquietaron tus mares, me atrajeron tus montes,
Por ellos he sufrido una sed de horizontes
Que jamás se ha apagado, ni que se apague espero.
Mares y montes, doble escala hacia el lucero
Y la sabiduría:
En sus aguas y cumbres hallan soberanía
El pensador y el rebelde, cuyas mentes y manos
Unirán a tus hijos y ahogarán tus tiranos.
La historia no se cansa y romperá los yugos
Que ha tu frente impusieron logreros y verdugos,
Al horror de las cárceles y las persecuciones,
Al de la incertidumbre y de los paredones,
Al de los pies descalzos y la vida sin techo,
Al de la sangre enferma y el pulmón deshecho;
Al dolor de quien vive cada esperanza en ruinas,
Ignorante, oprimido, sin pan ni medicinas,
Se interpondrá el impulso que aniquile tus penas
Y destroce los hierros de todas tus cadenas.
A la noche tremenda sucederá la aurora.
Minuto tras minuto, la fragua redentora
Implacable incinera
Al servilismo inmundo y a la ambición artera
de esbirros y entreguitas, de estultos y traidores .
En las cenizas muertas reventarán las flores
A tus campos vacíos regresarán las gentes
Y en exilios y cárceles solo habrá delincuentes
Contra tus inquietudes, contra tus desvelos,
Albergue más seguro que el techo de tus cielos
O el del cielo y sus chozas, tendrán tus campesinos.
Y ricos de salud. Dueños de su parcela,
Al paso de sus niños marchando hacia la escuela
Los llenará de fe el músculo y el pecho.
Creerán que Dios Existe, que nos es farsa el derecho
Y su abrazo y su amor. Hermanos de la tierra,
Nos darán la abundancia y alejarán la guerra.
Vendrá el mañana libre. Vendrá la democracia.
No por mandato extraño ni por divina gracia;
Vendrá porque el dolor ha de unirnos a todos
Para barrer miserias, opresores y lodos.
¡Vendrá la libertad! Sobre el pasado inerte
Veremos a la vida derrotando a la muerte.
Tendremos alegría, tendremos entusiasmo,
La actividad fecunda sucederá al marasmo,
Y en la extensión insomne de todos los caminos,
Se alzaran majestuosas tus cumbres y tus pinos.
Ese árbol es tu símbolo. El pino es tu bandera;
Se yergue en tu montaña, se yergue en tu ladera,
Se yergue en tu llanura, se yergue en tus alcores;
Tu sangre y tu heroísmo, tus sueños, tus amores.
Palpitan en la cálida sabia de tus pinares
Con el rumor profético de antiguos avatares
Como tu propio cuerpo altivo y desafiante,
Como la propia historia de tu opresión sangrante,
Lleva el pinar las huellas del odio y la metralla:
Tus pinares han sido un campo de batalla.
Allí yacen legiones de titanes heridos,
Y se quejan al viento sus ramajes caídos;
Al pinar no faltan bravuras ni soldados:
Pinares legendarios, pinares infinitos,
Ejercito de cimas que ofrece a los proscritos.
En su compacto bloque de fraterna arrogancia.
Una lección de lucha suspensa en la distancia.
¡Nobles pinos de Honduras, espejos de grandeza,
Perpetuo desafío de la naturaleza
Contra las dispersiones, contra las deslealtades,
Las derrotas, los crímenes y las adversidades!
El pino es horizonte. El pino es un ejemplo.
En nuestra vida tiene la majestad de un templo.
Pinares hondureños, pinares ancestrales,
Enhiestos, eminentes, sereno, inmortales;
Bandera de victoria contra las tiranías;
¡Vendrán los días de oro, Vendrán los nuevos días!