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Testamento del General Francisco Morazán

  • SAN JOSE DE COSTA RICA: 15 DE SEPTIEMBRE DE 1842. DIA DEL ANIVERSARIO DE LA INDEPENDENCIA CUYA INTEGRIDAD HE PROCURADO MANTENER.

EN EL NOMBRE DEL AUTOR DEL UNIVERSO EN CUYA RELIGIÓN MUERO.

«Declaro: Que todos los intereses que poseía, míos y de mi esposa, los he gastado en dar un Gobierno de Leyes a Costa Rica, lo mismo que dieciocho mil pesos y sus réditos, que adeudo al señor General Pedro Bermúdez.

Declaro: Que no he merecido la muerte, porque no he cometido más falta que dar libertad a Costa Rica y procurar la paz a la República. Por consiguiente, mi muerte es un asesinato, tanto más agravante cuanto que no se me ha juzgado ni oído. Yo no he hecho más que cumplir los mandatos de la Asamblea, en consonancia con mis deseos de reorganizar la República.

Protesto que la reunión de soldados que hoy ocasiona mi muerte la he hecho únicamente para defender el departamento de El Guanacaste, perteneciente al Estado, amenazado, según las comunicaciones del Comandante de dicho departamento, por fuerzas del Estado de Nicaragua. Que si ha cabido en mis deseos el usar después de algunas de estas fuerzas para pacificar la República, solo era tomando de aquellos que voluntariamente quisieran marcha, porque jamás se emprende una obra semejante con hombres forzados.

Declaro: Que al asesinato se ha unido la falta de palabra que me dio el comisionado Espinach, de Cartago, de salvarme la vida.

Declaro: Que mi amor a Centroamérica muere conmigo. Excito a la juventud, que es llamada a dar vida a este país que dejo con sentimiento por quedar anarquizado, y deseo que imiten mi ejemplo de morir con firmeza antes que dejarlo abandonado al desorden en que desgraciadamente hoy se encuentra.

Declaro: Que no tengo enemigos, ni el menor rencor llevo al sepulcro contra mis asesinos, que los perdono y deseo el mayor bien posible.

Muero con el sentimiento de haber causado algunos males a mi país, aunque con el justo deseo de procurarle su bien; y este sentimiento se aumenta, porque cuando había rectificado mis opiniones en política en la carrera de la revolución, y creía hacerle el bien que me había prometido para subsanar de este modo aquellas faltas, se me quita la vida injustamente.

El desorden con que escribo, por no habérseme dado más que tres horas de tiempo, me había hecho olvidar que tengo cuentas con la casa de Mr. M. Bennet, de resultas del corte de maderas en la costa del Norte, en las que considero alcanzar una cantidad de diez a doce mil pesos, que pertenecen a mi mujer, en retribución de las pérdidas que ha tenido en sus bienes pertenecientes a la hacienda de Jupuara, y tengo además otras deudas que no ignora el señor Cruz Lozano.

Quiero que este testamento se imprima en la parte que tiene relación con mi muerte y los negocios públicos.

(F) Francisco Morazán.

Advertencia:
– «Como apoderado de la señora albacea, publico este testamento integramente, y no solo las cláusulas que el atestador ordenó que se imprimiesen; con advertencia que en los momentos de salir al patíbulo el General Morazán, encargo a su hijo Francisco y al señor Mariano Montealegre, que avisaran a su albacea trasladase sus cenizas a esta ciudad, por ser el pueblo que más bien le había correspondido, y cuya cláusula no había consignado en su testamento porque lo dictó en medio del tumulto.- San Salvador: 31 de 1843. Cruz Lozano.»

Morazán pidió que se le permitiera dirigir una circular a los Gobiernos de los demás Estados de Centroamérica, lo mismo que fue oído y juzgado. No se le concedió.

Afirma el Dr. Rafael Heliodoro Valle que el Gral. Morazán dictó su testamento a su hijo Francisco, de 15 años y que como éste se emocionara intensamente al comenzar a escribir, derramando copiosas lágrimas, el General Morazán le reconvino fuertemente, tomando él la pluma para seguir escribiendo el documento, en el cual hasta muchos años después se advertían las huellas de las lágrimas vertidas en él por su hijo Francisco. Por esta razón el testamento está escrito en dos tipos de letra. Escribió el testamento en el Cuartel Las Almaceas, de San José, Costa Rica.

Al estampar su firma, se incorpora y vuelve a leer: «Declaro que mi amor a Centroamérica muere conmigo…»

«Quiero que mis cenizas descansen en el suelo de El Salvador, cuyo pueblo me fue tan adicto.»

Contribución Casa Morazán

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